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En dulce charla

~ con Ana Elena Díaz Alejo

En dulce charla

Archivos mensuales: diciembre 2015

LA  SORPRESA  NUESTRA  DE CADA DÍA

27 domingo Dic 2015

Posted by endulcecharla in Columna En dulce charla

≈ 1 comentario

¡Buen domingo, querido lector! ¿Por qué no disfrutamos las sorpresas cotidianas que la Vida nos entrega? Si así fuera, seríamos muy felices por lo inesperadas o, quizá, hasta por lo increíbles. Pero usted y yo, inveterados incrédulos, diríamos: ¿sí?, ¿y cómo cuáles sorpresas? Bueno, pues, ya sabe usted, en gustos se rompen géneros, pero qué tal encontrar a un amigo de tiempos idos; o mirar en oferta ese libro, esa joya, ese mueble o eso codiciado desde hace largo rato y ahora a nuestro alcance; o contemplar el rítmico movimiento de una oruga fascinante cuyo eco somos capaces de escuchar y amar; o descubrir en la lectura número veinte de cierto poema una metáfora en cuyo significado hemos descubierto el compendio de nuestra existencia; o embelesarnos en la sonrisa de nuestro jardín, cuando nos saluda a las siete de la mañana luciendo, sólo para nosotros, su fascinante colección de mil y un verdes; o admirar el nuevo fruto que hoy, precisamente hoy, muestra su espectacular presencia en el mercado; o la llamada de esa voz distante con quien ya no esperábamos conversar.

    Vamos, no me diga que no le han llegado magníficos acontecimientos imprevistos. ¿Por qué no hemos de deleitarnos con ellos haciéndolos muy nuestros?, ¿acaso hemos creído no merecerlos?, ¿o nos choca agradecerlos?, ¿o nuestra soberbia indiferente nos hace pasar por encima de todo recibiendo y recibiendo y recibiendo sin mirar qué o para qué Alguien nos envía tantos dones?, ¿o volamos por la Vida sin gozar esos instantes que a diario nos esperan?

    Las horas de cada día y hasta los segundos de cada minuto son sucesos únicos. Están ahí para nosotros, ¡velis nolis! La Vida es dación perenne y nosotros, sus receptores, hemos de asumir lo que nos ha tocado y responsabilizarnos por ello. Sí, amigo mío: recibir, transformar y dar son los eslabones que nos unen con el Universo… y no podemos romperlos.

     Toda experiencia nos eleva el espíritu; algunas quizás han sido tristes, pero nos han fortalecido; otras, muy ásperas, nos han enseñado tanto, tanto; las ha habido inmerecidas y no sabemos a quién pagarlas: tal vez sean ofrendas anticipadas por algún bien desconocido que deberemos hacer. Siempre podremos albergar algo y convertirlo en aprendizaje, en belleza, en sueños, en gozo, en éxtasis.

    Lo invito, caro lector, a prepararnos para acoger los dones que nos han sido asignados y, como gente bien nacida, corresponder. Quien más posee más debe dar: tiempo, serenidad, bienes materiales… para ello el Universo se nos entrega a manos llenas.

    Preparemos nuestras dotaciones para 2016. Aceptemos lo que nos haya sido reservado, pongámosle nuestro sello y entreguémoslo al armón del Destino: amor, comprensión, paciencia, alegría, sonrisas… ya la Vida nos regalará la gotita de acíbar que nos corresponde para reconocer la Felicidad cuando se presente.

    ¡Feliz 2016! Que su escarcela, amigo mío, se vea colmada de maravillosas sorpresas para el año venidero, y empiece a compartirlas.

     ¿Y a mí me concederá una miradita dominical? Gracias. Lo espero.

https://endulcecharla.wordpress.com

 

SOLUCIONES   SIN   SUÉTER

20 domingo Dic 2015

Posted by endulcecharla in Columna En dulce charla

≈ 3 comentarios

¡Buen domingo, querido lector! Estos días findeañeros despiertan la urgencia de ser generosos, ¿será el clima cuyos aires nos agreden?, ¿serán los programas radiofónicos y televisivos con vocecitas infantiles clamantes por un suetercito porque tienen frío?, ¿serán los “santacloses” y luego los “reyesmagos” pululando con sus maletas pletóricas de obsequios modernísimos? ¿Por qué en estos momentos surge el deseo de regalar “a los que menos tienen”, “a los que han hambre y sed de… todo?, ¿acaso durante los otros meses del año nadie tiene carencias?, ¿y los consumidos por las enfermedades cuyo origen es la miseria y no disponen de medicina asistencial?, ¿y los supervivientes de la calle sostenidos por eternas piruetas durante cada hora de su vida?, ¿para ellos no hay asociaciones ni empresas plenas de bonhomía para demandar con voces trágicas y llorar por un paragüitas, por un panecito, por un trapito protector de su desamparo? Definitivamente, debemos creerlo: sólo en el “findeaño” hay privaciones.

     Esta época no me agrada: me obliga a ofrendar, donar y… no se me da la gana. No me gustan las presiones. Estoy convencida: los indigentes son una plaga de temporada: sólo aparecen en estas fechas: los notorios beneficios gubernamentales sólo llegan en Navidad. ¿Por qué? ¡¡Porque sólo en Navidad y Año Nuevo hay pobres!¡ ¡Estamos bien! sólo se trata de un cíclico fenómeno natural: en el país no hay necesitados, no hay hambre, no hay enfermedades, no hay ignorancia, no hay injusticias sociales. ¡Éste es un suceso exclusivo de la Navidad, como el frío, y huye con la estación! De no ser así, ¡qué haríamos con una Navidad sin pobres a quienes festejar!

     Carísimo lector, la razón nos acompaña, ¡no martiricemos nuestro  noble  corazón! Los bienes están igualitariamente  distribuidos. Hay un justo equilibrio para el disfrute de alimento, techo, salud, educación, trabajo, dignidad, respeto. Disponemos de un buen sistema de progreso comunitario: ha acabado con el analfabetismo, con la mendicidad, con la delincuencia, con la drogadicción y ¡con la corrupción!, entre otros feos vicios cuya presencia tanto nos ofende y nos espanta. Sabemos bien de los programas cuyo interés primordial es el bienestar básico de la sociedad. Nuestros gobiernos tienen como lema la Equidad, la Justicia, la Honradez, la Voluntad de Servicio, principios incontestables a la cabeza de la Agenda Nacional. Entonces, ¿por qué preocuparse?

     Además, recordemos: ¡los pobres son necesarios! Gracias a ellos las instituciones de caridad funcionan; ellas, a su vez, garantizan la condonación de impuestos a las empresas para, así, continuar nuestra carrera hacia el progreso. No cabe duda. Vamos muy bien.

    Pero no hablemos más de tonterías. Permítame desearle, amigo mío, una deliciosa cena de Navidad rociada, para seguir ejemplos pastorales, con los mejores vinos. ¡Ah! ¡Y un delicioso brindis con champán! ¡Feliz Navidad!

     Por favor, felicíteme: hoy, esta columna número 600 tiene el honor de ser leída por usted, y la secreta esperanza de que continúe haciéndolo. Gracias. Muchas gracias.

https://endulcecharla.wordpress.com

I L U S I O N E S   U R B A N A S

13 domingo Dic 2015

Posted by endulcecharla in Columna En dulce charla

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¡Buen domingo, querido lector! Ésta es la época de las ilusiones, de soñar en ser felices. Pero cuando iniciamos nuestra lista de deseos, confirmamos nuestra carencia de infraestructura para alcanzarlos. Me explico: sueño con una alberca en casa. Sí, pero, previamente, debo cubrir ciertos requisitos: tener una residencia suficientemente apta para incluir una alberca, ubicada en una zona conveniente, etc. Y, por supuesto, debo tener en cuenta la disponibilidad del capital suficiente para ello. Es verdad: una ilusión es generadora de una cadenita de realidades precedentes a sueños mayores, para no convertir los sueños en “amores imposibles”. Así, ¿por qué no hacemos nuestra nómina de ilusiones pensando en nuestra ciudad?, en algo digno de enorgullecernos. Atendamos la voz del puerto, esa voz que no ha logrado penetrar los oídos refractarios de los representantes populares, de los funcionarios competentes: Lo sabemos, ellos se mueven en alturas estratosféricas, presiden comisiones trascendentales, se codean con la alta política y, es natural, los baches citadinos pasan a “las cosas de poca importancia” y ─¡no sé por qué!─ vamos asumiendo las privaciones de todos los días como parte de nuestras costumbres.

             ¿Y no deberíamos escuchar la voz de nuestra ciudad antes de que la afonía la invada? Ayer le pregunté por sus cuitas y en su bisbiseo alcancé estas palabras:

      Me gustaría un buen baño y una muy buena restauración. Mis calles están muy llenas de baches. Mis banquetas están raídas como los discursos de los diputados. Mis avenidas principales pronto dejarán de serlo. Muchos transportes de pasajeros lucen un aspecto vergonzante y asqueroso, sobre todo en estas fechas de tanta visita. Algunos coches reparten humo a diestra y siniestra. Me han colgado tantos anuncios en los soportes de las señales de tránsito que temo desastres cada cinco minutos. ¿Y qué será de mí cuando empiecen a vestirme con las efigies de toda clase de candidatos? Sobre mis postes arribarán los retratos con sonrisas espectaculares que un día se cerrarán ante las peticiones del pueblo; con dientes afinados por los más famosos odontólogos; con las calvas más venerables y brillantes, y  seré el escaparate de los bigotes más seductores. Y todo eso  ─¡oh, época de palabras y palabras y palabras!─ bajo la máscara feliz de la promesa perpetua del oro y el moro: seguridad, empleos, educación, limpieza, turismo, sustentabilidad, transportes, cultura. Y después… ni siquiera los “triunfadores” se llevarán su propia basura…

 

             En fin, mi amigo, ¿qué le podemos prometer a nuestra ciudad, pero no  sólo por estas fechas? Ande, cuénteme, ¿o será suficiente con exigir seguridad para ella? ¿Nos conformaremos con eso? Pues ¡claro que sí!, pero como consecuencia de una cadena de soluciones cuya cúspide sea la deseada seguridad. ¡Claro que sí! ¡Sí, señor!, de esta premisa procede toda la cascada de nuestras ilusiones. ¿O no está usted de acuerdo conmigo?

            ¿Volverá a leerme? Gracias. Lo espero.

 

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G O T I T A S    D E    T I E M P O

06 domingo Dic 2015

Posted by endulcecharla in Columna En dulce charla

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¡Buen domingo, querido lector! Se dice –ya conoce usted este irresponsable recurso retórico– que para tomar conciencia de nuestros actos debemos hurgar en los pasos dados: retroceder y observar en qué momento, en qué sitio, en qué circunstancia tomamos una decisión imprudente sobre un hecho que nos modificó la vida. Este acto de retrospección ilumina –siempre a deshora– los actos irreflexivos: solemos seguir un proceso inverso: reflexionar y mirar las verdades después de haber tomado medidas desdichadas.

     Y ¿para qué regresar sobre lo andado? Una enorme necesidad de autoconfirmación de nuestros juicios, de convencernos de que no nos hemos equivocado y de justificar los errores cometidos nos conduce hacia una conveniente autocomplacencia solapadora, pero absolutamente dañina. Así, hemos elegido a la ligera una profesión que no hemos disfrutado, una pareja inadecuada cuya carga es insoportable, una responsabilidad laboral indeseable cuyo cumplimiento no nos importa, un voto inconveniente del que no nos hemos arrepentido lo bastante, una recomendación comprometedora hasta de nuestra ética básica, una calificación desafortunada que nos ha puesto en el filo del ridículo, una sentencia fundada en protagonismos fallidos reveladores de una lamentable  ligereza. Y como éstos, mil casos aplicables a las distintas etapas de la existencia.

     Pero ¿por qué esta relación de fallas en la conducta? Pues porque la Naturaleza, de manera invariable, nos cobra toda actitud de desperdicio y habremos de pagarlo a un costo doble o triple o qué se yo. ¿Ha llevado usted el registro de todos esos segundos desperdigados por ahí que pudieron ser empleados en algo más útil, más constructivo, menos perecedero, más provechoso? Estoy segura de que aún  estamos “a tiempo” de enmendar las malas decisiones y rescatar nuestras horas utilizándolas del mejor modo. ¿Y cuál es ese modo? Pues no hay otro más que el de seguir el orden lógico de todo juicio: meditar antes de resolver; estudiar las propuestas antes de realizarlas; no dejarnos guiar por los halagos, las falsas ilusiones, las mentiras endulzadas y, sobre todo, no caer en las trampas de las invitaciones ociosas agotadoras hasta la consunción de una pobre escarcela de ondas que se diluyen.

       Si hacemos cuentas de todos los minutos vanos encapsulados en coloridos recubrimientos y lanzados a la eternidad sin ton ni son, confirmaremos que hemos actuado contra nosotros mismos, y hemos restado instantes valiosos a un buen proyecto de vida, en ofensa de sólidos deberes sociales o humanos o familiares.

     ¿Le interesaría, carísimo lector, iniciar un recuento de sus gotitas de tiempo perdidas en fruslerías disfrazadas con vestimentas de “importantes”? Yo estoy haciendo mi lista y he encontrado múltiples resquicios vacíos con apariencia de llenos… y me he asustado. Pero estoy en camino de enmienda. Ande, anímese, hagamos juntos esa tarea. Estoy convencida, será muy benéfica y, por supuesto, muy, pero muy divertida.

      ¿Pero a mí si me seguirá leyendo? Gracias. Lo espero.

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