¡Buen domingo, querido lector! ¿Por qué no disfrutamos las sorpresas cotidianas que la Vida nos entrega? Si así fuera, seríamos muy felices por lo inesperadas o, quizá, hasta por lo increíbles. Pero usted y yo, inveterados incrédulos, diríamos: ¿sí?, ¿y cómo cuáles sorpresas? Bueno, pues, ya sabe usted, en gustos se rompen géneros, pero qué tal encontrar a un amigo de tiempos idos; o mirar en oferta ese libro, esa joya, ese mueble o eso codiciado desde hace largo rato y ahora a nuestro alcance; o contemplar el rítmico movimiento de una oruga fascinante cuyo eco somos capaces de escuchar y amar; o descubrir en la lectura número veinte de cierto poema una metáfora en cuyo significado hemos descubierto el compendio de nuestra existencia; o embelesarnos en la sonrisa de nuestro jardín, cuando nos saluda a las siete de la mañana luciendo, sólo para nosotros, su fascinante colección de mil y un verdes; o admirar el nuevo fruto que hoy, precisamente hoy, muestra su espectacular presencia en el mercado; o la llamada de esa voz distante con quien ya no esperábamos conversar.
Vamos, no me diga que no le han llegado magníficos acontecimientos imprevistos. ¿Por qué no hemos de deleitarnos con ellos haciéndolos muy nuestros?, ¿acaso hemos creído no merecerlos?, ¿o nos choca agradecerlos?, ¿o nuestra soberbia indiferente nos hace pasar por encima de todo recibiendo y recibiendo y recibiendo sin mirar qué o para qué Alguien nos envía tantos dones?, ¿o volamos por la Vida sin gozar esos instantes que a diario nos esperan?
Las horas de cada día y hasta los segundos de cada minuto son sucesos únicos. Están ahí para nosotros, ¡velis nolis! La Vida es dación perenne y nosotros, sus receptores, hemos de asumir lo que nos ha tocado y responsabilizarnos por ello. Sí, amigo mío: recibir, transformar y dar son los eslabones que nos unen con el Universo… y no podemos romperlos.
Toda experiencia nos eleva el espíritu; algunas quizás han sido tristes, pero nos han fortalecido; otras, muy ásperas, nos han enseñado tanto, tanto; las ha habido inmerecidas y no sabemos a quién pagarlas: tal vez sean ofrendas anticipadas por algún bien desconocido que deberemos hacer. Siempre podremos albergar algo y convertirlo en aprendizaje, en belleza, en sueños, en gozo, en éxtasis.
Lo invito, caro lector, a prepararnos para acoger los dones que nos han sido asignados y, como gente bien nacida, corresponder. Quien más posee más debe dar: tiempo, serenidad, bienes materiales… para ello el Universo se nos entrega a manos llenas.
Preparemos nuestras dotaciones para 2016. Aceptemos lo que nos haya sido reservado, pongámosle nuestro sello y entreguémoslo al armón del Destino: amor, comprensión, paciencia, alegría, sonrisas… ya la Vida nos regalará la gotita de acíbar que nos corresponde para reconocer la Felicidad cuando se presente.
¡Feliz 2016! Que su escarcela, amigo mío, se vea colmada de maravillosas sorpresas para el año venidero, y empiece a compartirlas.
¿Y a mí me concederá una miradita dominical? Gracias. Lo espero.
https://endulcecharla.wordpress.com